Las razones por las que leemos, según Henry Miller

8
Título original: Reading in the Toilet
Género: ensayo literario
Año de aparición: 1952
Editorial: Navona
Año de edición: 2014
País de origen: Estados Unidos 

Páginas: 88
El verano es esa estación en la que una elige lecturas que lleva rondado durante el año, y, por falta de tiempo, no ha podido leer. Y eso es lo que me pasó con Leer en el retrete (Navona Editorial), libro que veía en toda feria, librería o rastrillo de libros al que acudía. Lo considero un libro reclamo, una poción atrapamoscas (sí, las moscas somos nosotros) para comprar el libro en esa caseta o librería. Yo, al verlo en la biblioteca, me decidí a saber de una vez por todas qué escondían sus páginas, cuál era el misterio de leer en el retrete. ¿Sería tan escatológico como reza el título? Os lo resuelvo desde ya, no. Para nada. 

¿Sinceramente?, me esperaba algo más. De hecho, en todo su discurso sobre el bello arte de leer en el baño, no recomienda ni un solo libro, solo hay alguna que otra referencia a Nietzsche, yo creo que por no dejar el espacio en blanco, y algún que otro título que más tardes pasaré a comentar. Nos quedamos con la misma cara al comprobar que el mensaje de subyace es la ridícula idea de leer mientras evacuamos. Tanto es así que se recrea en la idea de si leemos lo mismo dentro que fuera del retrete. Siento haber destripado el encanto, pero para Miller no es algo positivo leer en el excusado. Así es.

No obstante, sí que me encontré con algo que me hizo pensar que debía compartirlo con vosotros. En un determinado momento, el escritor nos muestras las razones de por qué leemos. A mi juicio, una de las mejores cosas que tiene el libro. Pasamos a recordar el momento exacto de su discurso, cuando está hablando de la fatalidad de leer en el retrete:  


A partir del momento en que uno plantea el problema de la lectura desde el punto de vista, casi toda la literatura se demorona. Ahora leemos, según mi opinión, principalmente por las siguiente razones: una alejarnos de nosotros mismos; dos, armarnos contra peligros reales o imaginarios; tres, mantenernos al nivel de nuestros vecinos, o impresionarlos; que lo mismo es; cuatro, para saber qué está pasando en el mundo; cinco, para pasarlo bien, es decir, para obtener un estímulo que nos permitirá una actividad mayor y más elevada y una existencia más rica.


En total, cinco razones. Así de elegante ha quedado el señor Miller con esta enumeración, ordenadas en función de la importancia que tiene cada una de ellas en la época en la vivió en escritor, aunque habría que remontarse a la década de los 50, concretamente a 1952, cuando se publicó Leer en el retrete. Miller opina que todos los lectores mantendrían el mismo listado. 

Un listado que empieza por alejarse de nosotros mismos y, añado, sobre todo cuando estamos de mal humor, tristes o, simplemente, no nos aguantamos a nosotros mismos. Que todo puede pasar. Podría decirse que la lectura es una isla. Allí tiene cabida todo, y puede que nosotros no estemos incluidos como individuos, pero sí como pensadores. La siguiente en la lista trata sobre los peligros reales o imaginarios, ¿cuántas veces hemos llegado a casa quejándonos de nuestro jefe?, ¿o que no llegamos a fin de mes?, ¿o de que España va a ser conquistada por orcos de tres orejas? ¡Fuera! Todos esos miedos desaparecen con la lectura. La tercera en la lista me ha gustado porque es totalmente cierto, sobre todo cuando se acude a este tipo de talleres de lectura, escritura o das con un cuñado sabelotodo. Que, ojo, si a tu cuñado le gusta leer, ya es mucho, que esto solo pasa en un cuñado de cada diez. La cuarta es más informativa, y se presenta a la hora de leer ensayos o la prensa diaria, aunque las novelas históricas tampoco están nada mal para amenizar el cotarro, oiga. Y la quinta es, a mi juicio, la más potente y placentera. La elevación y la riqueza que te proporciona un libro llega a ser sublime en algunas ocasiones.

Henry Miller en bicicleta

Miller prosigue afirmando que no hace falta ser muy inteligente para inferir que si todo estuviera bien en el mundo y en el interior de uno, la última razón sería la única del listado. Es más, el resto de razones desaparecerían. Lo mismo ocurre con esas personas que viven en una felicidad constante, tanto que no tienen necesidad de leer para experimentar ese placer sublime, no necesitan llenar ningún vacío. 

Leer en el retrete es un texto que se concibió para forma parte de un largo volumen que contenía las reflexiones de Miller sobre la lectura, y donde sí nos comentaba lo que le gustaba leer. En cambio, este texto es distinto, porque se intuyen perfectamente las lecturas que rechaza de manera contundente, como los textos de historia de Las memorias del mariscal Joffre o la Aeropagítica de Milton, y con los clásicos le ocurre lo mismo, solo se salva la Divina Comedia. Y ya nos meteríamos en un saco profundo al decir que lo que Miller trata de decirnos en este librito tiene que ver con el canon literario, un canon cambiante y tan influyente en la época. Pero esto ya lo dejamos para otro momento. Muy bueno el epílogo de Enrique Hériz a este respecto, por cierto.

Así que mucho cuidado con lo que leéis en el retrete, pensad si está en la lista de razones para leer ese libro. Quizá tú ahora estás en el baño leyendo esto en vez de la Cosmopolitan, y te estás arrepintiendo, preferiste una lectura más liviana. ¡Demasiado tarde!

Y ahora, pregunta directa, ¿cuáles son tus razones para leer?



Controvertido escritor norteamericano. Henry Miller (1891-1980) nunca terminó una formación educativa reglada, pese a ser considerado un escritor brillante. Miller decide establecerse en Paría en 1930, donde se dedica profesionalemente a la escritura. Pasa unos años viviendo de foma bohemia y algo miserable. Allí conoce a la escritora Anaïs Nin, de quien sería amante y que pagaría la primera edición de su novela más famosa: Trópico de Cáncer (1934). Su obra literaria en Francia está cargada de sexo explícito y la publicación de Trópico de Capricornio (1939) se convirtió en todo un fenómeno underground. En 1940 Miller vuelve a los Estados Unidos mientras que sus obras francesas siguen prohibidas por obscenas. Pese a ello, se importan de manera clandestina y se le considera una figura influyente para la llamada "Generación Beat"; sus libros Sexus, Nexus y Plexus fueron también objeto de duras críticas y polémicas debido su fuerte contenido sexual y discurso alejado de la moralidad más. En 1964, tras tres años de litigios, se levantó la prohibición sobre Trópico de Cáncer y la obra de Miller pudo ser publicada y distribuida de manera normal en los Estados Unidos (fuente: Lecturalia).

 Escrito por María Bravo

Entradas que pueden interesarte

8 comentarios

  1. Escapar a ese mundo paralelo inquietante y misterioso que me permite, aunque sea a ratos, evadir la realidad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el fondo, creo que eso es lo que buscamos todos, evadirnos a la hora de leer novelas. Un saludo, Oswaldo.

      Eliminar
  2. En el retrete lo más que leo son las etiquetas de los champunes. Me resultaría más interesante un libro como "Leer en la cama". Viendo la temática de sus novelas, no le habría costado mucho.
    Bueno, que me lío.
    La verdad es que no sé por qué leo, pero no se me ocurren más de cinco cosas mejores que leer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, "Leer en el cama" parece más factible. Mucha gente lo hace y puedes estar más tiempo que en el retrete. Seguro que eso daría para una tesis XD.

      Eliminar
  3. Enterarme de cosas, vivir otras vidas, y ver de qué me he estado escapando, o qué me he estado perdiendo, según los casos. En el fondo leo porque soy muy curioso y me gusta hacer las cosas mejor. :-) ¿Será malo?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No, no es malo. Es una lista maravillosa, y muchos la comparten. Gracias a la lectura, nos conocemos mejor a nosotros mismos (y a la raza humana, no la vayamos a dejar a un lado jaja).

      Eliminar
  4. Je, cuando mi hijo tenía 12 años escribió un libro que se llamaba "Cuentos para leer en el wáter", porque eran lo bastante cortos como para terminarlos en una sesión de eso. :-) Pero no dejaba de ser una chiquillada. En un señor tan serio como Henry Miller no deja de ser una "boutade" o sea, una gilipollez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Completamente cierto, Jesús. Miller quiso compartir algo con lo que ni él mismo estaba de acuerdo: leer en el retrete. Un saludo grande.

      Eliminar