Santiago Gª Lucio nos habla de la revista «La Estafeta Literaria»

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Santiago García Lucio (Palma de Mallorca, 1992) reside en Madrid. Licenciado en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU y Máster en Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias en la Universidad Rey Juan Carlos. Lector voraz y amante de los clásicos, escribe desde niño. A pesar de su juventud, lleva años inmerso en el mundo literario. Ha realizado distintos trabajos en la Editorial Kolima como corrector, reseñador, asistente, etc. Tras haber escrito una novela que no le dijo nada ni acabó de llenarle, vuelve ahora al papel con nuevos y mejorados escenarios, un mayor conocimiento de las cosas y nuevas ideas. Franquistas y Miserables. Escarbando en la censura literaria fue su primera obra publicada; La Estafeta Literaria: un estudio descriptivo-comparado, la segunda. Actualmente anda inmerso en una novela histórica, su siguiente proyecto en ver la luz y su género predilecto.




P.- ¿Qué fue La Estafeta Literaria? 

R.- La Estafeta Literaria (L.E.L. por sus siglas en español), fue una publicación todoterreno que hubo durante la España del Régimen, momento en el que comienza, pero que realmente termina por ir mucho más allá. Para ser exactos, se trató de una publicación que se extendió de 1944 hasta 2001, lo que la sitúa en una longevidad sin precedentes —57 años— en el panorama de la revista cultural española y que, por ende, la hace digna de estudio por parte de la comunidad investigadora.


P.- ¿Qué significó para España? 

R.- ¿Qué significó para nuestro país? Veamos… Hablábamos de una publicación todoterreno porque L.E.L. tocó todas las materias habidas y por haber del panorama cultural español: cine, teatro, literatura, música, arquitectura, pintura, e incluso circo —para muchos hoy tratada de arte menor o marginada dentro del actual panorama artístico—. Por todo esto, diríamos que se erigió como: I. un ejemplo, guía o faro de cara a sus coetáneas. Hemos hablado de ejemplo, sin embargo L.E.L. hubo de convertirse no solo en eso, sino también en mucho más, esto es, en II. Un espejo en el que mirarse o referente a imitar debido a su extrema longevidad, un hito en el panorama de la revista cultural que, sin duda, cualquier otra hubiera envidiado y deseado, quizá secretamente, para sí.


P.- Veo que tuvo mucha repercusión. ¿Algo más que añadir? 

R.- Como la respuesta podría hacerse extensísima —a todas luces más de lo que sería deseable o conveniente—, cerramos aquí con otro significado, que sería aquel de saber acertar con la tecla, aquel de ser diferenciadora e innovadora. Efectivamente, La Estafeta Literaria también hubo de ser III. Rompedora, pues es un hecho que, si fue la más longeva —descaradamente sobre el resto, si se me permite la expresión— tal cosa hubo de deberse a que supo ser diferente, fresca e innovadora, cosa que no hicieron aquellas que fueron a instalarse en la media de la normalidad.


P.- Dices que la revista ha sido poco estudiada. 

R.- La realidad es que no lo sostengo yo, sino Margarita Garbisu Buesa, la teórica que realizase estudios sobre la materia en primera instancia. Otra cosa bien distinta, es que yo comparta plenamente, como efectivamente lo hago, su punto de vista a este respecto. Un hecho empírico aplastante, pues basta para comprobarlo de manera fehaciente con hacer acopio del escaso material de estudio sobre L.E.L. que existe en y hasta la actualidad.

P.- ¿Qué te ha motivado realmente para realizar este estudio?  

R.- ¿Motivación?... Fueron muchas cosas. En primer lugar, por ejemplo, el hecho de conocerla ligeramente, el saber que su longevidad la convertía ya en algo digno de ser estudiado; en segundo término, la curiosidad, una curiosidad no pequeña despertada al ver lo poco o casi nada que L.E.L. había sido estudiada, máxime cuando posee características más que de sobra para serlo; como tercer ingrediente quedaría el hecho de querer aportar algo significativo —para unos lo será más y para otros menos— (y están en su derecho de que así sea) al panorama cultural español, lo que abre nuevas puertas en el campo de la investigación.


P.- En el siglo pasado había otras revistas culturales como Jerarquía, Vértice, Cerbatana o Ínsula, ¿en qué se diferenciaban de La Estafeta Literaria?  

R.- Para obtener respuesta a esta pregunta deberías tener delante, bien a un estudioso de cada una de las publicaciones citadas, bien a un estudioso que las hubiese examinado todas en su conjunto, y ninguno de los dos es el caso.
 

P.- Desde 1944 hasta el año 2001. ¿Por qué crees que esta revista duró tanto tiempo en nuestro país? 

R.- La respuesta a esto resulta sencilla y extremadamente compleja a la vez. Simplemente, La Estafeta Literaria pudo ufanarse —es una palabra un poco fuerte pero es así— de haber hecho las cosas como Dios manda. Muchas revistas culturales de la época fueron secuestradas y posteriormente cerradas por matices político-ideológicos, L.E.L. no; muchas publicaciones buscaron lo de siempre, lo conservador desde una perspectiva económico-empresarial, L.E.L. no; muchas publicaciones se lanzaron a publicar únicamente al autor consagrado, como editorialmente se haría hoy con el llamado best seller, creyendo que así serían más leídas y consumidas, quizá sin realmente aportar nada de valor al sector; L.E.L. no; muchas publicaciones buscaron tratar los cuatro o cinco temas trillados de siempre en la forma en la que siempre se hizo, solo por creer que así encandilarían al público; L.E.L. no… arriesgar, ser valiente, atreverse a innovar, a diferenciarse, al final acaba dando premio. Y eso fue lo que le paso a La Estafeta. 


P.- ¿Qué ocurrió en la última etapa?  

R.- La última etapa será la séptima, que se dará entre 1997 y 2001, o sea, que ésta iba a durar ya solamente tres años, precedida —y esto de por sí dice ya bastante— de un parón de catorce años entre la mentada séptima y su antecesora inmediata. En resumen, que L.E.L. solo va a parir seis números más antes de desaparecer para siempre —un periplo sumamente apasionante, en mi opinión. 


P.- ¿Se termina de publicar por matices políticos o ideológicos? 

R.- Evidentemente, damos por sentado que algo de eso debió de haber —aunque ignoramos hasta qué punto exactamente—. Piensa que la publicación irrumpe en escena en el 44, con el Régimen, y que desaparece ya en democracia —dos escenarios completamente distintos—, cosa que, sin duda, debió de afectar, como a todas, a la esfera cultural española, que no podría haber hecho oídos sordos al bestial cambio que estaba atravesando España. Para muestra el aislacionismo franquista y su fracaso, que acabaría obligándole al forzado aperturismo. 


P.- ¿Qué opina Garbisu al respecto? 

R.- De este particular, Garbisu apenas comenta nada. Suponemos por ello que no debió de tener un peso tan grande como quizá una mayoría hubiese tendido a querer atribuirle. La realidad es que, si bien eso debió de influir, nosotros pensamos que tal desaparición hubo de deberse más bien al desgaste, quizá incluso al tedio, de saltar a la palestra durante tantísimos años. Piensa que ya había dado seis etapas anteriores.


P.- ¿El desgaste tiene entonces más peso en su cierre? 


R.- Creemos no estar errados por un motivo: La Estafeta Literaria desapareció ya en democracia —lo que quiere decir que fue capaz de resistir las turbulencias político-ideológicas—, aunque tal resistencia no la dejase quizá en perfectas condiciones. Ya lo decían los griegos, todo es cíclico y circular y todo tiene un principio y un fin. Sencillamente L.E.L. se quedó sin gas. De ahí que los matices político-ideológicos fueran, si se quiere algo, llamémoslo, secundario.

P.- La revista tuvo siete etapas, ¿por qué te has centrado en las dos primeras? 

R.- Mira, María —si me permites el atrevimiento de tutearte— toda investigación requiere, busca, incluso, un primer motor básico. Ese motor no es otro que el acote. Quien desee estudiar un tema deberá, primero, delimitarlo, pues sino sería francamente imposible llevar a cabo estudio sobre materia alguna. Si hay un axioma básico para el investigador es, sin duda, éste. Por otro lado, La Estafeta estaba aún sin estudiar, presentando sólo algunos estudios superficiales y de un carácter sumamente genérico. Había que empezar, pues, por algún lado, y ese lado fue, pura lógica, las dos primeras etapas —aquellas con las que se da inicio al proyecto— ¿O acaso hubieras comenzado tú la casa por el tejado?

Fuente: Todocolección


P.- ¿Cuál fue su línea editorial?  

R.- Soy claro. Para poder contestarte a esto —estoy seguro de que lo ves— tendría que haber estudiado a fondo las siete etapas, cosa que no he hecho, pues sería una tarea titánica, tal vez inasumible. En otras palabras, que dos no es, en ningún caso, —y nunca podrá serlo— una muestra representativa sobre un total de siete.

P.- ¿La revista sirvió como propaganda al Régimen español?

R.- Esta es una pregunta difícil. Veamos, de alguna manera, todas y ninguna sirvieron de propaganda al ideario del Régimen. Me explico. Por un lado, todo lo cultural quedó regido por el aparato censor y sus férreos engranajes (de los que hablo más al detalle en mi libro). Por el otro, acusar a L.E.L. de esto sería injustísimo en tanto en cuanto todas las publicaciones debieron, en mayor o menor medida, de serlo. Y es que todas estaban sometidas exactamente a las mismas cortapisas, no constituyendo L.E.L. la excepción.


P.- Seguro que hubo escritores de renombre que empezaron su carrera literaria en la revista. Háblanos de ellos. 

R.- Por supuesto que los hubo, y muchos. A mis propias listas —en las que cito todos estos nombres que me pides de forma detallada—, me remito.

P.- ¿Dónde podemos encontrar este material?, ¿está digitalizado? 

R.- Verdaderamente este material es difícil de encontrar, pues —entiendo que me preguntas por las páginas de L.E.L. y no por los libros y artículos de consulta— a día de hoy solo puede encontrarse en la filmoteca Conde Duque. Respondiendo a tu segunda pregunta, el material está, únicamente, microfilmado, en algunos casos, con un deterioro importante en el mismo.

P.- Había reportajes, entrevistas, reseñas, ¿desde qué punto de vista trataban la literatura?

R.- Desde todos. Para muestra un botón: «Solo a través de la primera etapa quedó representada la revisión de todas las épocas literarias españolas, desde el medievo hasta la actualidad» (García Lucio, Santiago, 2018. Pág. 74).

P.- ¿Cómo evolucionó la revista? 

R.- Lentamente. Bromas aparte, la evolución de La Estafeta Literaria hubo de ser complejísima y muy rica, eso sí, presentando también sus altibajos —como todo proyecto que se precie de serlo—. En este particular, podemos ver una publicación que se articula en siete etapas, que abarcan desde 1944 hasta el 2001. El hecho de que hubiese no pocos cambios en la dirección de la revista alteró evidentemente, aunque solo fuera de manera tal vez sensible, la evolución de la misma. Por poner un ejemplo, para nada es lo mismo L.E.L. que N.L.E.L. ni en concepto ni en forma, pues La Nueva Estafeta Literaria solo va a dejarse ver tras un paréntesis de dos años, y únicamente durante las etapas penúltima y última, pues buscó acometer un lavado de cara alrededor de la propia publicación.

P.-Si existiese La Estafeta Literaria en 2018, ¿cómo crees que sería?  

R.- ¡Qué diver! Me encanta especular. —Sí, empatizo un poco con los especuladores inmobiliarios y bursátiles (lo cual no quiere decir que los apruebe, ni mucho menos) o con las mujeres chismosas—. Veamos. ¡Uf! ¡Esta es muy difícil! Sin lugar a dudas tendría un aire moderno y un acabado bien distinto en su diseño, tal vez algo más transgresor y atrevido; hablaría, desde luego, de las corrientes literarias, pictóricas, musicales etc. actuales, muy diferentes a las que se tocaron en aquel entonces; las secciones serían diferentes y más frescas y los colaboradores diferentes tanto en estilo como en gustos literarios. Todo ello generaría, sin duda, una Estafeta Literaria completamente nueva, aunque esto es, desde luego, mucho, muchísimo hacer cábalas. Tanto que no me atrevo a aventurarme más allá de estos tres o cuatro rasgos básicos que acabo de ofrecerte.

P.- ¿Qué te ha aportado este estudio? 

R.- Muchísimo. Sin lugar a dudas infinitamente más de lo que creía posible en un primer momento. Tanto, que no descarto volver a trabajar con La Estafeta en un futuro aún incierto. En principio solo lo concebía —y esto ya es muchísimo de por sí— como un estudio de publicación. Conforme fui avanzando, fui dándome cuenta de las titánicas exigencias del proyecto —incluso, la humildad siempre por delante— de que podía venirme muy grande. He tenido que estudiar historia —mi disciplina favorita si exceptuamos la literatura— de manera muy, muy intensiva, teniendo que hacerme con, como poco, cuatro o cinco libros de expertos en historia, de entre los que me gustaría destacar —y cuya lectura recomiendo encarecidamente— al británico Stanley G. Payne (probablemente quien mejor conozca la historia de España durante este periodo). El caudal histórico adquirido ha sido de dimensiones más que considerables para alguien no especializado en la materia, que es periodista y no historiador.

Como segunda cosa a agradecer infinitamente, este estudio me ha aportado un caudal importante de conocimientos acerca del panorama cultural español que hubo en la época. No he sondeado solo L.E.L. —que ya sería más que mucho—, sino también Cerbatana, Espadaña, Ínsula, Escorial, Vértice o Cántico, por citar solo algunas. El Santiago que terminó el estudio, sencillamente, es mucho más que el Santiago que lo comenzó. Y eso es algo que no puede decir todo el mundo —me da igual si suena pagado de mí mismo no, porque, sencillamente, es la verdad de las cosas.


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