Museo de la Ciudad de Madrid

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MUSEO DE LA CIUDAD DE MADRID
Calle Príncipe de Vergara, 140
Metro Cruz de Rayo

Horario: de martes a viernes de 9:30 a 20:00h. Sábados y domingos de 10:00 a 14:00h. Lunes y festivos cerrados.
Entrada: gratuita.

Día de verano para ir a ver el Museo de la Ciudad de Madrid. Tiene una fácil ubicación, ya que, enseguida que sales del metro y subes una pequeña cuesta, te topas con un edificio que bien podría ser un conjunto de oficinas rectangular, aunque la estructura interna dista mucho de la externa. La entrada se halla en un lateral de la calle y se encuentra presidida por una pequeña estatua del oso y el madroño. Al entrar, tienes que pasar tus pertenencias por un pequeño control de seguridad. Unos cuantos pasos más adelante, te das cuenta del silencio reinante y de la paz que hay en él.
El edificio por dentro es de planta poligonal, con un total de cuatro plantas con ascensor y cuarto de baño en cada una de ellas, y sin, olvidarme de la planta baja, que mostraba una colección temporal sobre los planos de la Gran Vía de Madrid y cuadros y fotografías de los alcaldes de la Comunidad de Madrid. Así pues, a partir de esta planta el museo hace un recorrido desde los asentamientos primitivos hasta nuestros días, así como un trabajado desarrollo de otros aspectos importantes de nuestra tierra tales como las infraestructuras, las costumbres, la agricultura o las aportaciones que ha habido en los tiempos modernos. De esta forma, la primera planta está destinada para exposiciones temporales. En este caso me encontré con que del 1 de junio al 24 de julio se encontraba el XIV Festival Internacional de Fotografía y Artes Visuales, vamos, PHOTOESPAÑA2011, en donde se podía ver “Bucarest, ciudad paradójica”. La muestra consistía en salas llenas de fotografía que representaban la parte más mundana de Bucarest, dejando a un lado la parte turística.
A partir de la segunda planta se halla la exposición permanente del museo. Por lo tanto, este segundo piso está destinado a las infraestructuras de la ciudad: la electricidad, el alumbrado, el teléfono, el metro, el autobús, las carreteras o el aeropuerto. En la tercera planta se hallan los asentamientos que hubo en Madrid desde la Prehistoria hasta el siglo XVIII y de cómo se establecieron los romanos o cómo convivieron musulmanes y cristianos en el territorio madrileño. También podemos ver el Madrid de los Austrias y el Madrid de los Borbones. La cuarta planta se enlaza con la tercera, y en ella se muestran las edificaciones en el entorno urbano de los siglo XIX y XX, así como los diferentes ensanches que ha experimentado la ciudad.

Y esto sería todo. Ahora, hubo cosas que estaba muy logradas y otras que no me gustaron nada. Así pues, comenzaré por lo positivo. Las maquetas ayudaban al visitante a salir de la rutina de las vitrinas y aprender de otra forma, eran grandes y pequeñas y muy bien realizadas de la zona central de Madrid, de la Castellana, de la plaza de la Villa, casas romanas, musulmanas o de estatuas de monarcas o arquitecturas del Retiro. También hay pantallas interactivas y vídeos que amenizan la visita como la explicación del metro de Madrid, o decenas de planos de la ciudad de las distintas etapas, maniquíes con trajes típicos de algunas épocas, objetos a los que el visitante no está acostumbrado: relojes, armas u objetos de tocador, etc.
¿Lo que no me gustó?, y no lo mencionaría sino resaltase visiblemente. Al entrar en el museo no hay panfletos, ni guía, ni información sobre cómo están distribuidas las salas y a la única persona a la que le puedes preguntar es al guardia de seguridad, ya que en el mostrador (que al menos hay) no hay nadie y solo hay muchos folletos de la exposición PHOTOESPAÑA y otros eventos de la ciudad de Madrid. Bueno, miento, se puede encontrar un folleto que trata sobre el museo, pero está en un corcho acristalado, por lo que no te lo puedes llevar, vamos que tienes que memorizar qué esconde cada una de las salas, así como otra información sobre el museo como qué otros servicios nos da, visitas guiadas, conferencias, etc.
Algunas cartelas tenían una letra pequeña y había que acercarse de forma considerable para poder leerlas. Las que estaban en el interior de las vitrinas estaban desordenadas y había que hacer, en algunos casos, un importante ejercicio de relación. En algunas obras no había cartela o las letras estaban tan desgastadas que la información estaba escrita a mano.
El interior de las vitrinas estaba en ocasiones sucio, con restos de algo parecido al serrín.
Había pocos bancos para sentarse por el recorrido del museo, un recorrido que no sabías si era recomendable empezarlo por la derecha o por la izquierda.
Había obras un poco escondidas, y para una persona que vaya en silla de ruedas es un poco difícil acceder a ellas. Había zonas del museo en donde estaban destinadas al personal del museo, pero podíamos entrar sin ningún tipo de señalización como “prohibido el paso” o un cordón para tal fin.
En la cuarta planta había una biblioteca con cientos de libros sobre Madrid desde planos hasta textos literarios, la cual tenía buena pinta, pero era imposible pararse a leer por el calor tan insoportable que hacía.
No había cafeterías ni la típica tienda turística para adquirir algún producto relacionado con el museo, aunque con la poca gente que había, quizá ambas cosas constituyan un gasto innecesario. Aún así, agradecí el ambiente tan relajado y silencioso.

En resumen, un museo que podría tener un poco de renovación, no tanto en sus obras, pero sí en su conservación y organización, al menos para conseguir un público más plausible. Por lo demás, esta es una opinión personal y puede que todas estas imperfecciones de las que hablo, sustituyan más a lo que aprendieron en el museo.

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