«Los buenos», de Hannah Kent

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Cuando saques a la vaca a pastar, deja que coma primero las flores del prado y luego recoge sus orines. Es agua de mil flores. Tendrá toda la medicina de las hierbas que se ha comido y, si te bañas en ella, tú también la tendrás. Página 282.





Una siempre busca algún por qué razonable en los libros que empieza a leer. No creo que fuesen la cubierta ni el título. Fue más el libro en sí. Al abrirlo, me pareció visualmente sencillo de leer, y su sinopsis me cautivó del todo. Comienza diciendo que la novela está inspirada en un caso real de infanticidio en el siglo XIX. No sé, quizá nos gusta lo morboso.



Los Buenos se ambienta en la Irlanda rural de 1825. En el valle vive un conjunto de personas llenas de supersticiones, magia y ocultismo que se entrelaza con el entorno natural. Nóra Leahy ha perdido a su marido y a su hija, y lo único que le queda es quedarse al cuidado de su nieto Michael. Este no sabe hablar, andar y emite gruñidos. Un día, Nóra contrata a Mary Clifford para cuidar al pequeño, de apenas cuatro años. La tarea no será fácil: Se ha vomitado encima. Se ha ensuciado de arriba abajo, de vómito, de meados (pág. 259), por lo que piden ayudan a Nance Roche, la curandera y conocedora de todo tipo de remedios que proporciona la naturaleza, para salvar al niño de su dolencia.

Todo ello se mezcla con un pesado folclore irlandés (basado en un sistema de creencias populares bastante complejo, que se desbanca de lo pueril y bondadoso). Los demás personajes del valle se muestran supersticiosos con todo lo que les rodea. El hecho de que Mary Clifford sea pelirroja, por ejemplo, desata un cúmulo de comentarios negativos cada vez que aparece; o la incapacidad del pequeño Michael es vista como un acto de brujería por parte de Los Buenos, seres del bosque. Nóra cree que el niño es un duende al que han cambiado de bebé. Por eso su desesperación al querer someterle a toda clase de remedios milagrosos para sacar al duende, desde restregarle el cuerpo con hojas de ortiga hasta bañarle en el agua helada cada día antes de la salida del sol, para recuperar a su verdadero nieto, son tan extremistas como patéticos. 

¿Es preciso hablar de ignorancia en un mundo donde la naturaleza y la superstición formaban parte de su vida de manera intrínseca? Hasta las tres partes de la novela se dividen en capítulos cuyos títulos llevan el nombre de una determinada planta: ortiga, milenrama, lirio amarillo, zarza o menta. Todo sirve, todo vale, incluso lo que una mente inventa para rellenar los huecos que la medicina no puede explicar. El choque cultural supone un tren descarrilado para una mente del siglo XXI. En cada página desprestigias conductas analfabetas, pero no creo que esa sea la intención de Kent. Ella expone los hechos, eres tú el encargado de juzgarlos en el contexto preciso.



Al principio he hablado sobre infanticidio. Es fácil conocer entonces el final del libro, pero todavía queda mucho más, saber por qué y cómo pasó el suceso y qué supuso. Desde luego, el homicidio quedó registrado, y los personajes acudieron a los tribunales de justicia de Tralee, en el condado de Kerry. Lo que no desvelaré es el fallo de ese juicio, pero esta obra constituye un material indispensable para conocer cómo trataban las enfermedades y que justificación les daban.

Hannah Kent, autora de Los Buenos, ganó en 2011 el Writing Australia Unpublished Manuscript Award por Ritos funerarios (ambientada en Islandia). Me es complicado valorar el conjunto de la prosa de Kent al leer tantas opiniones favorables de Ritos funerarios; al parecer, su mejor novela escrita. Sin duda, iré a por ella como ave de rapiña. Desde luego, si supera a Los Buenos, será una de las mejores lecturas en mucho tiempo.

Lo recomiendo. Seguro que lo degustáis como una salida al campo. Si sois alérgicos, os aconsejo antihistamínicos antes de empezar su lectura, porque cada detalle es como una espora, aunque el efecto es compatible con la novela. Por cierto, nunca os bañéis con los orines de una vaca, creo que trae alguna que otra contraindicación.

Nora cayó de rodillas en el polvo. Recordó las palabras del muchacho y vomitó, y el viento del verano se llevó los hilos de bilis (pág. 411).


Hannah Kent nació en Adelaida (Australia) en 1985. Con Kate Morton, es una de las grandes figuras de la literatura australiana actual. Doctorada por la Universidad de Flinders, es cofundadora y subdirectora de la revista literaria Kill Your Darlings. En 2011 ganó con su primera novela, Ritos Funerarios, el Writing Australia Unpublished Manuscript Award y, en 2014, el Premio del Público de los Victorian Premier Awards. Fue traducida a más de veinte idiomas, galardonada con una larga lista de premios y distinciones y publicada en España por Alba (2013) en esta misma colección. Los Buenos es su segunda novela (fuente: Alba).

Escrito por María Bravo




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2 comentarios

  1. Agua de milflores. Suena bien.
    La verdad es que es un artículo muy completo. Me ha entrado curiosidad y eso que soy un poco demasiado hispanófilo (que casi solo leo libros de autores en lengua española).
    Por cierto, no has dicho nada de la edad de la autora. Igual puedes contradecirme, habrá ejemplos a patadas, pero es difícil hacer una buena novela siendo tan joven. Es mi opinión nada más.
    Bravo, María.

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    1. Lo siento pero ahí discrepo. Tiene 33 años, y hay mucho talento a esa edad y antes de esa edad. No solo vamos a fijarnos en autores que rondan los 50 o los 60. El problema viene cuando no damos credibilidad a los jóvenes porque creemos que no tienen ideas buenas. No sé cómo estará el sector literario en Australia, pero aseguro que le da mil vueltas al español.
      Gracias por tu comentario, Guillermo :D Si lo lees, no dudes en escribir.

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